Había una vez un leñador muy contento de su trabajo, sabía que su labor daba calor en las frías noches de invierno a toda la aldea y las aldeas vecinas, no podía quejarse tenía mucho trabajo…eso sí, cada día estaba más cansado, llevaba muchos años en el oficio y cada vez era más duro atender las necesidades de sus vecinos.
Así que un día se fue a ver a un sabio que vivía cerca de allí, quizás él pudiera ayudarle con el agotamiento.
El Sabio le ofreció una bebida vigorizante para aliviar su cansancio y el leñador lo rechazó. Entonces el sabio le ofreció un pequeño genio que tenía guardado en una botella…
– ¿Prefieres un genio que haga tu trabajo? –
– Ohm Sí…eso sería ideal, así yo podría descansar y darme unas pequeñas vacaciones –el leñador sonreía de oreja a oreja de pensar en los días de descanso.
– Tan sólo has de saber una cosa –avisó el Sabio –este genio siempre debe tener algo que hacer, no sabe estar quieto –
– ¡Mejor! – Exclamó el leñador– tengo mucho trabajo atrasado –
El leñador se llevó el pequeño genio dentro de la botella y en cuanto llegó a casa la abrió para que hiciera leña con los troncos que había recogido del bosque.
El genio se puso con la tarea y el leñador se sentó a descansar. El genio también trabajaba de noche, así que al leñador le costaba dormir, pero tan sólo de pensar que le estaban haciendo su faena, estaba dispuesto a soportarlo.
A los dos días, el genio había terminado y le preguntó al leñador,
– ¿qué tengo que hacer ahora? –
– ¿ya terminaste? Bien pues ahora me gustaría que fueras a recoger las ramas caídas de la última tormenta, serán muy útiles para la leña –
Al día siguiente por la mañana el genio había hecho una gran pila de ramas caídas y acto seguido fue a preguntarle al leñador
– ¿Qué tengo que hacer ahora? –
El leñador miró con asombro todo lo que había recogido el pequeño genio y le mandó cortar en trozos pequeños aquella montaña de leña para cuando sus vecinos lo necesitaran.
Otra noche sin dormir…al leñador cada vez le hacía menos gracia esta situación, pensaba descansar y era casi imposible, aquel genio no paraba ni de día ni de noche.
De madrugada, el genio había terminado su labor,
– ¿Qué tengo que hacer ahora? –
– No lo sé genio, estoy durmiendo, no se me ocurre nada, mañana te digo algo –
– ¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Qué tengo que hacer ahora?…
Tanto insistió el genio que el leñador desesperado lo mandó a arreglar el huerto, que estaba muy dejado por el exceso de trabajo que había tenido últimamente. Y el genio fue de inmediato a su labor.
Por la mañana el leñador vio cómo estaba quedando su huerto estaba contento, pero muy cansado, no había podido descansar, los golpes con las idas y venidas del genio no le habían dejado dormir mucho.
El genio volvía una y otra vez a pedir nuevas tareas y el leñador no sabía que darle…pinta la casa…lava los platos…riega el huerto… arregla el jardín, lava la ropa…
Las tareas eran cada vez más cortas y al quinto día el leñador estaba de muy mal humor, llevaba dos noches sin dormir y ya no sabía qué hacer con el genio,
– Menudo Sabio, en vez de ayudarme, me creó un problema, ahora no duermo, no descanso, estoy de mal humor y no sé cómo parar al genio –
Al sexto día por la mañana, bien temprano el Sabio fue a ver cómo le iba al leñador con el genio.
Cuando llegó a su casa vio con asombro como el leñador discutía con el genio para que se quedase quieto y lo dejara en paz, el genio por su parte sólo hacía que preguntarle una y otra vez, qué tenía que hacer.
Ante esta situación el Sabio cogió la botella del genio y le dijo,
– Genio, ¿ves aquel árbol enorme?… diviértete un poco, sube y baja su tronco, despacio con cuidado y sin hacer daño a ningún animalito. Ya te avisaré yo para tu nueva tarea –
El genio se fue a hacer su recado y dejó que los dos hombres hablaran tranquilos.
– Menos mal que llegaste Sabio, ya no sé qué hacer con él, no me deja dormir, no me deja comer tranquilo, me reclama tareas continuamente y no me queda nada por hacer. Prefiero mi antigua vida, unas veces me iba a buscar ramas al bosque, otras veces hacía leña, descansaba cuando me apetecía, dormía y comía tranquilamente, sin prisas. Antes mi vida era más fácil –
– Entiendo que antes eras más feliz –el Sabio hizo un gran suspiro, mientras miraba al leñador con dulzura y acabó diciéndole–, entiende tú que la felicidad no está únicamente en el momento del logro, también hay felicidad en el camino que recorres para conseguirlo –
El leñador se quedó pensando en las palabras del sabio, la verdad es que en los últimos días con el genio no había sido muy feliz.
El sabio llamó al genio y le pidió que entrara en la botella y contara los segundos que pasaba dentro. Y así lo hizo el pequeño genio.
– Ahora que sabes esto, quizás debieras compartir esa felicidad con alguien –
El leñador se quedó pensativo mientras veía como se iba el Sabio con su terrible genio.
Dos semanas más tarde el sabio volvió a visitar al leñador y se encontró una escena muy diferente, esta vez, el leñador sonreía mientras hablaba con un joven de la aldea vecina, parecía que tenían una conversación agradable.
– Veo que estás mejor que la última vez que vine –
– Es verdad, pensé en tu consejo y decidí compartir mi felicidad, así que busqué un aprendiz de leñador, le estoy enseñando el oficio y me ayuda mucho, ya no estoy tan cansado y los días son más fáciles –
REFLEXIÓN
La felicidad no la encontramos sólo en los objetivos cumplidos. Tienes derecho a tener una vida feliz y para eso hay que disfrutar del camino que escogiste para cumplir tus deseos. Un camino lleno de retos te ofrece pequeños momentos de felicidad con cada obstáculo superado.
“La felicidad te hace fuerte porque te llena de seguridad al mostrar la mejor versión de ti”
By Ninniane
Terapeuta Emocional
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